miércoles, 13 de abril de 2016

Vacilaciones de un corazón negado a sentir (III)...

Del diario de ella:

“De pronto su semblante cambio y un ligero temblor comienzo a sentirse. Mientras éste aumentaba poco a poco, noté que la capa pétrea alrededor del corazón comenzaba a caerse en pequeños trozos…

–¿Quieres ver sus reacciones? – Sentí un estremecimiento que no había sentido mas que de niña, cuando estaba asustada por algo y mi madre me abrazaba, consolándome para alejar eso que me causaba temor. Esta vez no había nada para abrazarme, mientras el mundo donde nos encontrábamos desaparecía en una espesa neblina y el chico enfrente de mí se alejaba sin mover los pies, como si estuviera encima de alguna aparato que le hiciera moverse rápidamente. Una sensación de nauseas se apoderó entonces de mi y cerré los ojos para controlarla, al tiempo que un tenue dolor de cabeza me indicaba el cambio a un lugar que, pensaba, no sería tan agradable. Fue cuando perdí la noción del tiempo…

Desperté de mi somnolencia en cuanto sentí lo mojado de mis calcetines, al tiempo que volteaba hacia abajo y descubría la razón: ahora estaba en una especie de pantanal y el lodo cubría mis tobillos. Voltee a todos lados y en el pantano, hasta el horizonte, solo podía vislumbrar algunos troncos caídos. Una tormenta eléctrica resonaba y se observaba en algunas zonas, aunque no concebía, de alguna manera, que pudiera verme envuelta en aquellas torrenciales tormentas. Decidía caminar: tendría que encontrar algo en algún lado. Y definitivamente no podía volar. Me estaba deteniendo alguna clase de fuerza, por lo que mover los pies era lo único.
Afortunadamente camino muy rápido así que recorrí un buen trecho en poco tiempo. Pero no había nada con vida. En algún momento me pareció que incluso me encontraba dando vueltas sobre el mismo lugar, pero este cambiaba a cada rato, por lo que deseche la idea. Y era muy solitario. Cuando estaba comenzando a asustarme porque creía que iba a estar allí por siempre, sola, en un paraje de terror, oí un sollozo y al girar a mi derecha, observe, en el pantano, a un pequeño con un atuendo de short y playera. Obviamente el lodo le llegaba hasta la cintura, pero pude imaginármelo con unos calcetines y unos zapatitos de charol ya todos sucios. morenito con cabello negro, como si la soledad lo tuviera apresado y sin embargo no se viera encima de él, tendría frío, aunque en ese lugar el frío o el calor no existían. Como si, de alguna forma, la entidad que creara ese lugar ignorara los climas….

–¿Que pasó, pequeñito? ¿Estas bien?– me acerque y acaricie su cabeza mientras le sonreía. Y me di cuenta de que él solo me observaba desde que yo comenzará a acercarme a donde se encontraba. Y ya tan cerca supe porque me estremecía tanto… Su mirada estaba completamente vacía. No había ningún sentimiento en ese niño. –¿Por que estas aquí?

–¿Tu deseas verlo a él, no?– me contestó mientras una mueca de desprecio asomaba ligeramente de la comisura de sus labios – Quieres ver su corazón, estudiarlo…

–Pues… si. Eso quiero– adelante que la respuesta provocaría algo pero quise ser honesta con el.

Entonces volteando me señalo un punto. Un punto que desde allí no se observaba, en la dirección de una de las tormentas eléctricas. 

–Allí lo hallarás. Pero te advierto: esta encerrado. No lo dejaré salir, pero te dejare que veas lo que hay aquí…

–¿Ver… aquí?– Pregunté totalmente confundida… 


–Si… aquí. me pidió que le diera permiso de mostrarte nuestro lugar más secreto. Y como yo también te he visto y me agradas,se lo concedí. Estas dentro de nuestro corazón…”

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