viernes, 8 de abril de 2016

Vacilaciones de un corazón negado a sentir (I)...

Solo yo sé que acontece en cada puerta de las miles que he creado, alrededor de este frío sendero de caminos entrelazados… cada enredadera que se ha propuesto cubrir algunas de ellas, bien despojando de todo su recubrimiento otras, desnudándolas, haciéndolas víctimas del primer engaño… cada paso dado sobre la férrea e inmisericorde voluntad de hacerse de mis servicios sin pagarme con tu corazón, para envolverlo y luego romperlo en mil pedazos… Solo yo sé que acontece en cada recuerdo que de mi hace presa esta inconsistencia ante la realidad que me flagela cada día lentamente. Solo yo sé. Y aunque a veces la tentación es fuerte y me orilla a casi tocar una que otra puerta, es cierto que mis propios Malacodas se colocan en una fila que me impide realizarme como debiera y terminar mi tarea… Efigie incólume de mis bienaventuradas plegarias por ti, en una inversa espiral de auto de fe…
Veo como ella pide entrar: Mi fiera Rafaela se lo impide… su respiración agitando su pecho. Envolviendo en un deseo insano. Y me contengo en mi ira rebustiante: en mi discurso ya callado por mis tentaciones contenidas. Y grito a los cuatro vientos cuanto la deseo. Porque si… la deseo. Y eso no me conviene. me juzga la mala orientación de mis palabras, por cuanto se empeñan en darme la espalda si bien no terminan sus propios soliloquios acerca de lo bueno y de lo malo.
Y es por cuanto la deseo que mi carente equidad se convierte en una obsesión paralela a mi fuerza de voluntad. Es allí donde todo se desboca; se vuelve río hirviente que despedaza cuanto cruza en su camino y yo, enajenado en la destrucción que ello provoca me sumerjo mas y mas en la fehaciente sopa primordial de donde salen todos mis anhelos. Y aquello que más deseo se cruza contra los demás sueños y los pervierte: los erotiza hasta tal punto de volverlos indispensables.
Me observo a lo lejos, desde la andanada, como si se tratara de un ruedo. Solo que, en silencio, provoco de mi en mis sentimientos la marejada y los dejo sueltos uno tras otro, mientras gritando e placer y dan vueltas en rededor mío. Es entonces cuando por fin, me separo, incongruente, solitario, magnánimo. Ya hay dos de mi: aquellos de los que siempre hablo. Mi jekyll y mi Hyde. Ambos se ven y se muestran un desdeño puro. Yo, en posición neutral, solo los tomo como rezago, mientras sigo caminando y mis puertas vuelven a mi una tras otra. Es entonces cuando la observo. Me ha seguido hasta donde le fue posible. y le he dejado atrás. Pero ha visto mi corazón. el que tiré. Quiere recogerlo para devolvérmelo, pero echo a correr y me escondo. Mis dos mitades siguen observadores hasta que. por fin, comienzan a soltarse improperios mutuos, culpándose de lo que esta por venir. Y yo, de este lado, me he convertido, por fin, en la sombra final. Como se supone estaba escrito desde mi nacimiento.
Rafaela aterriza a mi lado. Mi alada compañera, mi confidente. La única. Y comienza a darme los pormenores de las nuevas construcciones. Porque aún siendo pequeño, mi Palacio de la memoria ya contiene muchas habitaciones, con pequeños recuerdos en cada una. Seguimos debatiendo algunas memorias que desatan mis variopintos sentimientos y provocan un alud de sensaciones placenteras y paganas. La chica sigue forcejeando, intentando cargar un corazón que pesa demasiado por todas las cadenas que le unen a estos mundos. Intenta ayudar y se ve tan tierna, que me doy una reprimenda por ese pensamiento sano que es interceptado por cantidades bestiales de malsanos textos.

Ella despega. Va a viajar en su propio universo. En un sentido de oblicuidad que retoma a cada paso para no concentrarse y disfrutar del paisaje. Sonrisa que se libera, por cuanto permite un hilillo de alegría en su andar, singularidad que contagia a todos y que sin embargo, me enferma un poco por no estar acostumbrado a ese sentir, decido no acompañarla por el momento: ya debatiré su sentir. Mientras sigo ensimismado en mis planos imaginarios, viendo como cada columna se levanta dejando tras de sí una estela de polvo y una marejada de viento que me despeina un poco. Aquí sí puedo traer siempre larga mi cabellera. Aquí puedo correr sin cansancio. Aquí si puedo, completamente, dejar de amar para siempre…

1 comentario:

  1. La final sombra que aún está por conocer y reconocer las nuevas habitaciones, qué más estará escrito ya? Qué más estará por escribirse?... Seguramente ella en su universo algunas veces se pregunta por ese corazón y quisiera poder dárselo

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