viernes, 29 de abril de 2016

Limbo...

–¡¡¡LASCIATE OGNE SPERANZA, VOI CH’ INTRATE!!!

Habiendo dicho estas palabras, comenzó a elevarse de forma lenta
y circular la mitad oscura del monstruoso joven;
mientras el lejano paisaje del Palacio de la Memoria retumbaba;
grandes zonas de campo verde marchitaban
y se hundían, formando estratos profundos, barrancos llenos
de la podredumbre de lo que en aquella alma habitaba.
Vastos valles, en formas circulares, alrededor de Rafaela
y aquel niño encadenado, con formas grotescas, se formaban…

–Es de la adoración de aquel maestro mío, que la fenecida forma
de lo tenebroso, en tus terrenos, se agolpaba
bajo la siniestra forma de un cúmulo de sinsabores, de derrotas acumuladas;
tal es tu destino, ángel de la desesperanza,
maldita mujer que has guiado mi consciencia
por las tomas de dolor más desconsideradas…

El antes temible ángel Rafaela, impotente antes tan espectáculo,
de lo soberbia que era su vida en eterna alabanza,
quiso compensar la dura faena que la execrable mitad de su amo
le dictaba a su antes bello mundo, y lloraba
pues donde antes hubo la belleza de un alma que fuera digna
de ser amada solo se encontraban las huellas de su ira dada.

Tomó a aquella desvalida mitad y aleteó, rauda y temerosa,
de la ira del primer dios en aquella zona desolada.
Su débil mitad apenas respiraba. El mundo que tanto le costó
a la vida traer, ahora, pedazo a pedazo, en paz descansaba
y daba lugar a los eternos valles, por un demente creados,
solo por satisfacer las llagas del placer en su pútrida alma,
lúgubres montañas de la locura, senderos de inolvidable
arquitectura pagana donde él, plácidamente descansaba.

Dirigiéndose a aquel, su otro amo, la parte que a ella no le tocaba
cuidar en lo más mínimo, hablo enamorada
sin obtener resultados pues esa siniestra mitad, el hombre
que acababa de destruir un mundo, era la que del corazón fallaba
y se apresto a enfrentar verbalmente -pues la pequeña carga
que de la vida de ella dependía- al hombre que amaba
y del que nunca podría unir ambas piezas;
por aquel que siempre cargaría esa cruz en la espalda…

–Tú, que manifiestas adoración absoluta al vate florentino
que del amor hizo invaluables escritos y libró con ello la balanza;
destruyes, sin piedad, una tierra que no te corresponde,
en el que la razón, fiel a la causa del designio, habitaba
y formas, tu retorcida visión de algo que no es tuyo
y en la justificación de que lo sagrado no os dará el valor te amparas:
¡Escucha el designio de quien ama a ambos y nunca dejaría
que la voluntad del prístino fuego dador de luz alcanzara!

–Oh, calla ya, ramera indecente de aquello que en lo cruel invoca,
solo para verse por el delirio del destino, rechazada.
Escucha mi plegaria gemir de dolor antes de ser pronunciada:
Que los boscosos senderos de la sinrazón te evadan
antes que poder observar que en tu amor yo me vea,
como es tu deseo, atrapado en divina templanza.
Formen bajos los nueve, las duras motivaciones de mis desdichadas semblanzas,
para que el mundo que tu amas fallezca
y con el último respiro que de tu cuerpo yo saque,
fallezca la poca fuerza que a mi otrora débil mitad le quedaba.

–Pero ¡¿Cómo te atreves a semejante charada?!– gritaba dolida
en el más angustioso de los sufrimientos, la bienaventurada
y, mientras sigilosamente batía retirada de forma gradual,
antes de que aquel monstruo la torturara y su carga de ella quitara
–¡No puedes ir contra el designio divino! ¡Ni tu tienes ese poder
ni aquel que en mis brazos con tanto anhelo llevare a sana morada,
esperando el alto designio decida que hacer con el cruel acto
que en esta tierra santa has manchado con tu vil alma…

–Claro que lo tengo– Contestó, sin ventura, aquella alma desdichada
en la que la fortuna y el terror se entremezclan,
por cuanto amor, que quedo atrás de él, se hizo violencia
y que pudo dejar muchas cabezas enamoradas.
–Y la providencia tanto en este momento me reclama
por la elección de los pensamientos que se emplean,
partidaria es la historia de que aquello que me aqueja
permite mi dolor expandir su terrible gloria.
Tal es la morada del grande dolor que aquí me agobia
y permite que yo esté liberado, ¡Santa cruzada de la estoica
labor que vengo a acometer, como instrumento de un poder superior
que en mis manos llenara de sangre por lo que justifica y evoca.

–Atrás quedaron los tiempos– prosiguió –de la cruel tormenta
que desmadejada mi alma dejo en completa derrota,
pero que a su vez incendiada de rencor dejo la cruel llama,
que en aquella legendaria torre todavía algunos invocan.
Es así como el tenue latido de una extranjera en mis delirios,
provocó la ilusión de mi locura remota y me infligió hastío
que bastó para liberarme de aquellas cadenas opresoras…

Rafaela, aterrada ante la verdad que de aquel joven estallara,
dándose cuenta de que en el litigio de las mil memorias,
nada podía hacerse contra aquella imponente criatura
que del dolor, su prisión a morir, bajo su pie invoca…
trágica pesadilla de quien posee cinco lados distintos de locura
que, en grado nimio cada una, al unirse esa situación provocan.

se alisto pronta a sucederse en ruín demora…

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