martes, 10 de marzo de 2015

Crónicas de hospital (I)...

Son las dos de la mañana con treinta y seis minutos de un día equis. Soy la única persona despierta en la sala del Hospital General de La Raza. Cada módulo de asientos -45 en total si no es que más- que consta de tres sillas de metal frío, están ocupados por una o hasta dos personas. De 45 a 50 sueños. Esperanzas de bienestar. Salud. Vida. De 45 a 50 vidas unidas en un espacio de tiempo, por una realidad inexorable: el deseo de que alguien cercano a ellos, solo por algunos pisos tenga buena salud, dando como resultado que no podamos evitar sentir una extraña empatía.
Reflexiono sobre haber sido testigo en estos días, del dolor de decenas de personas, incluyendo gente cercana a mi, pues en cada día ha habido deceso tras deceso, aún cuando las historias de vida son, afortunadamente, muchísimas más. Pero esas pocas muertes lo tocan a uno de una forma brutal, sin piedad. A lo largo de mi vida he visitado tantos hospitales de esta gran ciudad e incluso de otros estados de la República Mexicana, por lo que esos sentimientos no dejan de ser familiares, casi como mi trabajo cotidiano, con el mismo nivel de desvelo, pero con un estrés totalmente distinto, infernal, que se palpa y huele en estos lares. Incluso creo que mucha gente debería pisar, aunque fuera por una hora, estos sitios; compenetrarse en un contexto distinto en el que viven día con día, porque de verdad, hay gente que jamás ha pisado un hospital. Y es que aquí se puede aprender a valorar algo tan valioso como la vida misma. Esta experiencia puede cambiar una vida: ya no la del paciente, sino del familiar que permanece en la incertidumbre, en la desgastan espera. La del amigo que sacrifica un poco de su tiempo para alguien con el que comparte un momento de vida. Alguien querido. Una vida que, indudablemente, puede crecer como ser humano a raíz de quedar atrapado en el limbo que significa permanecer veinticuatro horas debatiéndose en una locura racional, mientras que otra persona se debate entre la vida y la muerte. Porque es en estos lugares donde a veces el alma de las personas brilla con la mayor intensidad que puede…

No hay comentarios:

Publicar un comentario