lunes, 2 de febrero de 2015

Sobre hacer el amor...

Hay una película de Roberto Rodríguez de 1949: “Dicen que soy mujeriego” con Sara García, Pedro Infante y Silvia Derbez, entre otros. En una escena de la película, tendidos tanto Sara García, quien está en el personaje de la abuela, como Pedro infante en hamacas, en el patio de la hacienda, charlan acerca de la naturaleza coqueta y sinvergüenza de Infante con las mujeres, de quienes tiene varias amantes y de pronto, él se encuentra interesado en oír, de propia boca de su abuela, un poco de la historia de ella surgiendo –en mi opinión muy personal- una simple y poderosa pregunta…

—… ¿Por qué no me platica como le hizo el amor mi abuelo?...

En una época donde regularmente relacionamos una pregunta así con tener sexo, la primera ocasión que vi esa película, quede intrigado. No creo que sean pocas las almas que incluso pudieran escandalizarse sin comprender el contexto de la pregunta. Sin embargo, la respuesta dada por Sara García sigue motivando el que, siendo yo en ese aspecto bastante chapado a la antigüita, haya determinado esa frase como eje de mi visión tan particular de la vida en ese rubro: el amor.
Desde aquella película no he vuelto a vincular la frase “hacer el amor” con el sexo solamente, sino más bien atañéndole a “hacer el amor” todo acto que tiene por objetivo conquistar el corazón de una mujer o un hombre con un fin sublime, eterno. Hacerle el amor a una persona, en mi humilde opinión, no es simplemente “ligársela”, buscar una aventura, tal vez satisfacer un deseo de índole carnal, sino una meta mucho más alta: un elegir a alguien no solo para un rato. No… para toda la vida. Porque en estos tiempos donde muchas parejas se plantean solamente el estar hasta que dure el amor, que se casan con la frase “si no funciona total, me divorcio” tatuada en sus frentes. No hay una meta de por vida porque según muchos, ya la época ha cambiado. Una chica a la que respeto mucho y que escribe muchísimo mejor que yo, me comentaba algo al respecto y es un muy buen punto. Si puedo darle, desde ahora, una nueva relevancia al acto sexual como un acto de amor propio, como ella bien lo dice. Pero seguiré viendo eso de hacerle el amor a alguien, como un proceso total, del que ahora, gracias a ella, puedo involucrar el sexo como parte integral de ese proceso y no como un simple acto fisiológico.respeto profundamente a los que piensan de otra forma, no hay necesidad de que alguien siga lo que pienso, esa es una decisión muy personal. Solo creo vehementemente en que así deben ser las cosas en el mundo que yo me he forjado a mi alrededor. He experimentado el “hasta que el amor se acabe” y me he quedado tan vacío, tan falto de algo, de una chispa, de ese extra que incendie mi corazón. Y aunque es cierto que es solo en la mayoría de las películas donde pueda verse eso, porque ese amor eterno dura lo que dura la misma cinta, he podido ser testigo de ejemplos de amor que han durado, efectivamente, toda una vida.
Hacerle el amor a alguien debe ser delicioso. Digo, tener sexo por supuesto que lo es. Pero si es en exceso placentero el que uno goce del acto sexual, provocar el gozo de la otra persona, para mi, lo es igual o hasta más. Aun así, falta algo: algo que complemente no solo a dos personas en un estado carnal, sino que evoque una sensación en el alma, algo extremadamente gozoso; una notita con un “te quiero”, el deseo de permanecer o estar al lado de otro, que la vida con otra persona se vuelva parte importante de nuestra vida, no solo algo más. Esto perseguí durante tanto tiempo, aunque he terminado por caer en una relación de amor con mi propia soledad, dadas las características de mi intensa personalidad.
Persigo una meta que en mi infancia no se veía tan lejana como ahora, que me enfrento a un corazón endurecido, frío. Casi muerto. Inerte. Pero una pequeña chispa, al parecer, sigue encendida: la chispa de la esperanza. De que el amor, efectivamente, no es como lo pintan, como no sea de maquillaje barato como en algunos casos. Y viendo al esquema amoroso con el vestido con el que siempre ha estado, por muy difícil que sea la adaptación, puede uno sobreponerse, siempre y cuando no nos dé miedo enfrentarnos a algo que es, en realidad, para tantas personas, una aventura completamente desconocida…

1 comentario:

  1. -Oiga abuela, aquí a lo pelón, usté ha de haber sido como el alma de Judas, templada la viejita ¿Por qué no me cómo te hizo el amor mi abuelo? Quién quita y yo...
    -Tú abuelo era decente, majadero.
    -¡Pues por eso! A ver, a ver cuénteme, no se haga rosca mi viejita.
    -Ah, aquellos tiempos...

    Las películas de Pedro Infante tienen su encanto. Son candorosas y divertidas. Legado de una época rosa del cine y con parlamentos cursis, pero certeros.

    Alguna vez escribí que me parecía exagerada la expresión "hacer el amor", igual el amor ya estaba hecho cuando llegamos y seguirá, pero un día entendí que podemos reinventarlo siempre.

    También pienso que reducirlo al sexo es quitarle alcances. Hay amores que trascienden, que son eternos o cuando menos duraderos y confundirlo con un acto efímero es desmedido.

    Sin embargo, no porque el amor pueda ser un acto sublime, otro acto, por minúsculo que parezca deja de ser amoroso. Aunque sólo resista el paso de un beso, al recibir a alguien en mi cuerpo prefiero pensar que hacemos el amor. Aunque el amor ya esté hecho y aunque nosotros no nos amemos.

    Besos

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