jueves, 14 de marzo de 2013

Caída en gracia


Despertó poco a poco, mientras recuperaba lentamente la consciencia y la claridad de su desgracia se hacía cada vez más marcada. No sabía donde estaba y la oscuridad imperante no ayudaba a lograr el cometido de ver en donde lo habían dejado los ayudantes de la malvada criatura que deseaba venganza. Fue caminando poco a poco, mientras su corazón, latiendo cada vez más rápido, y su mente le indicaba que se trataba de alguna especie de almacén: una gran nave industrial abandonada a decir por el polvo y las telarañas acumuladas de años. Se imaginaba que no habría forma de prender las luces, pero lo intentó de cualquier manera, fracasando en su cometido. El frío comenzaba a aminorar la energía que si bien en ese momento no le era tan necesaria, si le serviría en cuanto supiera el propósito de dejarlo allí abandonado… a menos de que sus captores estuvieran allí, vigilándolo, riéndose de las circunstancias de su desesperada situación.
—¿Te gusta el lugar donde te he traído, humano?— Ahora sí reconocía la voz estridente y socarrona que le hablaba: era la condesa Elizabeth bathory. La mujer vampiro estaba en algún lado, viéndolo. Dejo de sentir frío, completamente aterrado por saberse en peligro de cualquier forma. —En este sitio nadie nos podrá interrumpir de ningún modo. Ya probaron tus horribles amigos ser un problema para mí. Pero aquí… ¿Quien podría encontrarte? Jajajajajajaja— Ahora la risa deformaba su bello rostro transformándolo en una mueca infernal—.
Raúl no se había movido mientras trataba de concentrarse y ubicar rápido el origen de la voz. Desde donde se encontraba no podría saberlo, pero intuía que en alguna parte alta o en el aire se encontraba. Eso no le dejaba espacio para huir libremente. Ella lo encontraría rápidamente al hallarse en terrenos más altos. Sin embargo, se ayudaría de la oscuridad para encontrar una zona donde pudiera revertir los papeles. Solo podía especular que ella a propósito le había dejado en un lugar al azar y le había dado la oportunidad de intentar escapar, para burlarse de él. Para cazarlo como a una rata, como un ser inferior. Si era así él la vería, si encontraba el escondite adecuado. Si ella, en cambio, lo estuviera observando escondida, sería inútil escapar, pero tenía que enfrentarlo.
—¿Donde te hallaras? ¿Crees que no podré encontrarte? Me darás lo que quiero y luego morirás humano. Y yo gobernaré este mundo como debió haber sido desde los inicios de mi vida como un ser supremo: como la única vampiro viva en estado libre. Cuando libere a mis hermanos seré su soberana. Yo, que he desafiado a todos para obtener más poder. Yo, que finalmente he hallado en el objeto que aún tienes el sueño de poder adquirir la habilidad de soportar el sol. Yo, que estoy a nada de convertirme en inmortal. Yo, ¡Una diosa!....
Si Raúl hubiera podido situarse de alguna forma en los niveles superiores del almacén, hubiera visto lo que tanto anhelaba: La Condesa estaba, efectivamente, volando por las alturas de la nave industrial, pero en ese momento estaba situada justo en el centro, volteando a cualquier lado donde un ruido, donde un movimiento delataran al chico. Él se encontraba en el ala norte, casi en la esquina. Los antiguos anaqueles gigantescos formaban un laberinto de pasillos angostos. La falta de luz, que dejaba entrar a la luna desde los grandes ventanales superiores permitía ver el amasijo de corredores con tenues sombras. No había forma de que Elizabeth pudiera hallarlo en esas condiciones, pues aunque estaba facultada para ver en la oscuridad, había demasiados puntos ciegos que no podría escudriñar sin descuidar los demás. Pero también hubiera podido ver aquellas sombras que se movían rápidamente fuera de la vista de la temible vampiro…
—Míralo de esta manera pequeño— Advertía la Condesa al aire para que Raúl pudiera escucharla claramente— Tú me darás lo que deseo. Y cuando lo hagas haré las cosas más fáciles para ti. Yo no te matare… Será mi hijo quien lo haga…
¿Hijo? ¿La vampiresa Elizabet Bathory tenía un hijo? ¿Como es que no lo sabía? En todo este tiempo jamás lo habia mencionado pero ningun libro decia algo de que ella hubiera tenido descendencia… Y eso lo aterró. El saber algo así no era para menos. ¿Cómo era? ¿Otro vampiro? ¿O algo peor? Tenía que salir de allí de inmediato…
Mientras recorría los pasillos del laberíntico almacén, oía claramente los gritos burlones de Bathory: claramente, con la vampiro suspendida en el aire, se antojaba imposible poder escapar de su presencia.
—¿Por qué piensas que podrás salir de esta, pequeña rata plebeya? Con tu muerte, alimentarás a mi hijo más allá de sus más locas pesadillas y seremos invencibles, ¡ja jajajajajajaja……!
—Se imaginaba demasiado tiempo tratando de esconderse del monstruo que había asesinado hacia rato a sus compañeros. La brutal masacre engendraría nuevos vampiros, todos leales a la Condesa sangrienta, por lo que él debía dar aviso… Raúl seguramente era la única persona viva en millas a la redonda. Tenía que llegar a un carro. Quizá la velocidad fuera una debilidad de las criaturas siniestras que le acosaban.
Solo faltaban unos cuantos metros. Pero no podía ir en línea recta, por fuerza tendría que rodear la planta eléctrica que escondía una puerta trasera que había alcanzado a vislumbrar por sobre las rejas. Seguramente daba a algún estacionamiento. Un buen auto, que le aseguraría una escapada rápida si lograba arrancarlo, ya que no contaba con las llaves. Solo necesitaba estar escondido lo suficiente para salir en silencio. Quizá en lo que encontraba como encender el auto, podría estar el tiempo suficiente en silencio hasta poder huir. Se reiría de sus intentos de asesinato y podría ir con la policía.¡Tenía una foto que demostraría que no estaba loco! Solo rogaba por que no le tocaran policías demasiado torpes. Ya tenía suficiente de oír gritos de terror y de macabras apariciones como para tener que soportar burlas y tachaduras de locura a quien era probablemente el único superviviente de planta Axelbund, sitio a donde había sido llevado.
—Diablos— pensaba —Si solo son unos metros. ¿Por qué tenían que ocultar la salida con esa estúpida maquinaria? Por suerte la oscuridad ayudaba en mucho. Pero teniendo en la cabeza todas esas supercherías de los cómics y películas, seguramente los vampiros tenían algún tipo de vista nocturna, por lo que para ellos podría parecer de día. U olfatos ultrasensibles. No sabía y eso le hacía ir más lento aún. Tratar de cubrirse con las máquinas, no darles tiempo a reaccionar ante algún ruido. Además, las sombras tan densas no ayudaban al avanzar, puesto que tenía que ir con tanta precaución que avanzaba un pequeño tramo en un periodo muy largo, entre lo que tentaba y luego avanzaba sin hacer muchos ruidos.
Alcanzo a ver la puerta de salida. Pero diviso algo más, mientras echaba un vistazo rápido y volvía a la relativa seguridad del rincón donde estaba. Le pareció ver a un tipo parado allí, con un traje. Lo vio muy rápido. ¿Sería un vampiro también él? No lo alcanzó a distinguir bien. Incluso le pareció no haber podido verle el rostro. Seguramente el terror y la adrenalina le jugaron una mala pasada. Volvió a asomarse, pero ya no había nada allí. No podía ser. Si había salido muy rápido el hombre, por fuerza habría hecho mucho ruido con la puerta. Y para salir del otro lado, hubiera tenido que pasar a su lado, por lo que, al verlo, Raúl lo hubiera jalado para advertirle del terrible peligro en el que se encontraría. O ¿realmente lo había visto? Tal vez estaba demasiado cansado….
El camino ahora estaba despejado y la puerta que le pareciera cerrada estaba semi abierta. Pero comenzó a sentir que alguien le miraba. Echo una ojeada por última vez, asegurándose de que nadie estuviera siguiéndolo. Nada. Entonces avanzo, lentamente. Estaba aterrado de que el sonido de su corazón fuera lo suficientemente fuerte como para alertar a la Condesa y sus vampiros convertidos. Hacía el menor ruido posible. Por fin llego a la puerta. Y mientras la abría, en el segundo que volteo para asegurarse de que no le seguían dentro del almacén, volvió a ver a la enigmática persona que había visto antes, junto a la puerta. Ahora tenía un poco más de tiempo. El corazón se le heló. Efectivamente ¡No tenía rostro! Estaba enfundado de un traje gris y mantenía la misma posición que cuando lo vio por primera vez. ¿Cómo era posible estar sin cara? El miedo era real, casi lloraba solo de la sensación. ¿También él lo estaba persiguiendo? ¿Por qué no lo atacaba? ¡Que horrible sentir esto, que taladraba el alma, como si un grito espantoso hubiera sido proferido de una madre muerta buscando a sus hijos! Ya no le importó el ruido, esa visión era más espantosa que tener que enfrentar a aquellos no muertos. Por lo Menos Bathory se reía, mostraba sentimientos u odio… pero esto que estaba en frente del él… ¿Qué podía mostrarle? Era una nada terrorífica…
—Seguramente ya conociste a mi hijo, humano— Alcanzo a ver a la Condesa hablar mientras seguía sobrevolando el almacen en su búsqueda. Todavía no lo localizaba, mientras corría hacia fuera. Ella continuo hablando y Raúl oía claramente. —¿Es un ente hermoso, no es así? Le han dicho de muchas formas en el pasado. Pero siempre ha sabido mantenerse fuera de los reflectores y dentro de las pesadillas de los niños de todo el mundo. Yo, su madre, lo he arropado para mostrarle la sangre que debe hacer correr en el mundo. Ahora le dicen Slender, pero no tienen idea de lo que realmente es. Por lo menos no los vivos…
A este punto Raúl se encontraba aterrado tratando de abrir un carro que estaba casi a la mitad del estacionamiento, mientras con la vista seguía la puerta, en espera de que el monstruo saliera en cualquier instante. Pero ya habían pasado varios segundos y nada. Bathory seguía con su charla…
—Solo puedes ver un atisbo de la naturaleza de mi hijo instantes antes de morir…
Se encendió la radio del carro de improviso. Pero solo era interferencia. Fue cuestión de un segundo. Volteo con la intención de correr sobre la carretera y allí estaba. Junto de él. Viéndolo sin ojos. Y mientras la vista se desvanecía y alcanzaba a ver como tentáculos salían de su espalda, comprendió lo que la Condesa Bathory hablaba. Ahora podía ver, antes de morir, la verdadera cara del Slender…
Al siguiente instante se encontraba en el piso. No alcanzaba a atinar como había llegado allí hasta que se encontró con la efigie de su Salvador en su lugar, frente del monstruo que solo estaba allí, quieto, como esperando. Ahora lo veía de lado: los monstruosos tentáculos; el rostro sin ojos ni boca ni nariz, solo una cabeza Blanca sin alguna otra forma ni orificio en ella. ¿Sería real? ¿Realmente una criatura así podría vivir, sin respirar? Pero al observar que desde la azotea de la nave industrial surgía la figura de Bathory, comprendió que ya no se encontraba en terrenos donde la lógica pudiera formar parte de tan tenebrosa historia.
Kain estaba listo para morir. Después de todo no podía dejar a su única familia, Raúl, morir en ese lugar. Pero él, que ya no formaba parte de la raza humana desde hacia mucho tiempo, pelearía contra la condesa y su vastago, al que solo había visto en dibujos de la época del oscurantismo… Slenderman estaba aquí. Sin embargo, no se movía. Por primera vez un ser humano había escapado de su toque de muerte y no hacia ningún movimiento. No ira. No vergüenza. Nada movía al imbatible  engendro.
   Jajajajajaja –kain volteo igual a ver a la doncella vampiro— ¿Realmente crees que con eso has evitado la muerte del humano, aberración? Solo la has pospuesto…
El Slender movió su cabeza, como si estuviera viendo a su madre. En realidad nadie podía saber si veía, así que la conjetura para no parecer demasiado bizarro el asunto era dar por hecho lo hacía. Los tentáculos que salían de su espalda comenzaron a moverse  a un ritmo cada vez más rápido mientras su atención volvía a posarse en al hombre enfrente suyo.
   ¿Y quien te dijo que no lo he hecho? ¿Crees que estoy solo en esto?
Elizabeth Bathory frunció el ceño, enfadada. Ahora veía a los otros amigos de Kain sujetando los tentáculos de su hijo. Todas esas aberraciones que la naturaleza dotara de poder ahora se interponían entre ella, un vampiro de casi cuatrocientos años de edad, una verdadera heredera al trono del planeta. Su hijo era solo una herramienta para ese fin: un siervo perfecto, dotado de una lealtad absoluta y sin sentimientos que lo ataran a humano o criatura alguna. Sin duda la batalla terminaría por matarlo rápidamente, por lo que ella tendría, después de varias décadas, que ensuciarse las manos, pelear, para poder inclinar la balanza. Comenzó a bajar lentamente, como si se tratara de una sutil danza en la que ella era la protagonista. Todo se había detenido a su alrededor: su belleza inmortal cautivaba, pero los metahumanos entre ella y su hijo estaban en extrema alerta; no esperaban que rápido entrara en acción y su plan podía venirse abajo. El poder acumulado de varias vidas inclinaría la balanza a favor del vampiro y su hijo, la abominación, el demonio sin rostro.
Su baile duro una eternidad. Ciertamente una mujer tan Hermosa concentraba tanta atención y si encima era poderosa, el resultado era una concentración en ella absoluta. Cuando hubo tocado el piso, lentamente abrocho la parte frontal de su vestido a un costado, denostando sus hermosas piernas enfundadas en un pantalón de cuero, lo suficientemente holgado como para permitirle movimientos bruscos sin romperse. Se agacho un poco mientras colocaba el brazo izquierdo en posición frontal, doblando el antebrazo y usándolo como defensa y el brazo derecho desaparecía detrás de ella, quizá para no mostrar el movimiento de ataque. Levanto la vista y de repente un breve brillo en esos ojos color azul, cambió dramáticamente, volviéndose negros del todo, mostrando los dientes ya crecidos propios de un vampiro e iniciando un ataque fulgurante.
Por fortuna para ellos, el ataque no los tomaba desprevenidos. Los protocolos Van Helsing los ponía al tanto de la forma de pelea extrema de esta singular gladiadora, así que se turnaron, haciendo equipo, para sostener ataque y defensa contenidos. Osiris y el guardián se hacían cargo de esa forma de Elizabeth Bathory, mientras Kain sostenía su propio combate, esta vez ya a solas, contra el Slender. Raúl, el único humano allí, podía observar o levantarse y correr. Pero no podía dejar atrás a su hermano. Tenía que pensar rápido. ¿Cómo podría él, un simple mortal, sonar siquiera con enfrentarse al demonio máximo, o a su hijo, la maquina de matar perfecta, silenciosa?
—¡Corre, no te quedes parado allí! — Mientras kain le gritaba a su hermano, los tentaculos del Slender aprovecharon esa distracción y envolvieron rápidamente el cuerpo del oscuro guerrero. Pero aunque ahora estaba apresado de forma perfecta, nunca soltaron sus manos las manos del ente, por lo que los dos se encontraban presos uno del otro. —¿Crees que te dejare ir, engendro? Adonde voy iras conmigo…
El cuerpo de kain comenzo a iluminarse lentamente. A unos quinientos metros la condesa sangrienta lidiaba su propia batalla. Aunque era muy rápida, los dos metahumanos que estaban batallando en su contra también lo eran, aunque el origen de los poderes era diferente. Zarpazos y golpes eran lanzados y bloqueados perfectamente por cada parte, haciendo de esta una batalla ríspida, igual, aunque la ventaja claramente era de ella al tener dos contrincantes, lo que hacia equilibrar su lucha. Solo era cuestión  de ver quien daría el primer error y eso sería todo. Y todos se detuvieron un instante al ver lo que sucedia entre kain y Slenderman. Fue un solo instante que aprovecharon los dos guerreros, sabiendo lo que sucedería y tomando ventaja de que la condesa no. Osiris se apresto a apresarla con sus brazos impidiendole el movimiento de forma fluida, mientras el guardian los empujaba a los tres hacia donde se encontraban Kain y el engendro Slender.
—¡¿Que clase de sucia patraña es esta?!
—No la entenderías. Es por un bien mayor…
Raúl ya había avanzado unos cuantos metros y se atrevio a voltear. Ahora veía el cuadro de forma más general. Mientras Slenderman y sus tentaculos tenían completamente agarrado a su hermano, este se las había ingeniado para mantener también al monstruo agarrado, por si quisiera escapar. Y el cuerpo de kain había comenzado a brillar de forma cada vez más intensa. A unos metros, los otros dos hombres amigos de su hermano habían podido neutralizar por unos instantes a la mujer vamprio y ahora todos se acercaban a kain, lo que implicaba que sin duda algo pasaría. ¿Tal vez alguna especie de bomba o algo así? No lo sabía. Sin darse cuenta había regresado sobre sus pasos unos cuantos metros, por lo que la ahora brillante faz de kain le permitia ver claramente sus facciones.
—¡Vete de aquí de inmediato! Este lugar va a estallar con todos aquí— grito el mayor de los dos hermanos.
—¡¿Qué?! ¡Sueltenme, se los exijo de inmediato! ¡Ustedes saben con quien demonios estan tratando miserables plebeyos!— Grito la Condesa, tratando inutilmente de liberarse, puesto que ahora ya también el guardian, seguro de que estaban a la distancia adecuada, también ayudaba a apresarla, junto con Osiris, con sus brazos. Ni su fuerza se equiparaba a la de los dos guerreros juntos
—¡Tranquila su majestad! ¡Usted va donde nosotros!
—¡Nooooooooo!— Bathory solo atino a voltear a ver a su hijo. Una criatura que ni en ese, su momento de derrota, mostraba sentimiento alguno. Supondría, en esos breves instantes, que a su manera se estaba despidiendo de su madre…
—Cuídate mucho Rula… no le cuentes a mama en qué me convertí— Raúl solo atino a ver algo que parecía una lagrima en el rostro de quien jamás había sido una persona cariñosa.
Acto seguido, el resplandor le impidió poder observar de manera fehaciente las facciones de su hermano. Entonces Raúl corrió todo lo que pudo, sabiendo que no era una Buena señal ese brillo. Y cuando considero estar a una distancia adecuada, solo entonces, volteo. Ahora toda la zona de la Antigua nave industrial estaba sumergida en una especial de esfera brillante, enceguecedora. Tapándose los ojos un poco pudo ver que en realidad no se trataba de una explosión como tal, sino, ta vez, de lo contrario: en un murmullo silencioso, la esfera se tragaba ese pedazo de mundo junto con aquellos seres de pesadilla. Habían sido, tres de ellos, héroes al final, salvando su vida a cambio de un frugal sacrificio: la suya. Todo por un amor de hermanos que concedió su abrazo hasta ese momento. El espectáculo solo duro unos instantes y en un momento determinado, la esfera se consumió rápidamente en sí misma hasta que desapareció. Ahora no quedaba nada del lugar. Solo tierra quemada y una sensación de vacío que se asemejaban al corazón del joven que lo presenciara todo.
—Adios Kain…
No tardaría en amanecer. Sería mejor retomar el camino y llegar a la carretera. Sin duda algún carro o camión lo llevaría lejos de allí, lejos de la maldición de su familia que, al final, lo había salvado en la forma de su hermano, mientras la cruenta letanía enfocaba sus débiles tonadas para nunca más volver a ser entonada…

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