domingo, 11 de noviembre de 2012

Nueve


La bestia se movía al compás del corazón de Irene. No había podido encontrarla desde que se escondiera pero en la oscuridad  atenida a ese infernal silencio, podía sentir que él jugaba con ella. Se estaba resignando a ver sus ojos verdes brillantes brillar en la oscuridad aparecer de pronto enfrente de ella y que su aliento pútrido fuera lo último antes de que sus garras la tomaran y la jalaran hacia él. Se imaginaba a si misma mientras la criatura la agarrara y probablemente la partiera en dos, acabando al instante con su vida; o que la mordiera y la infectara, dejando a su suerte lenta y dolorosamente. O que la infección la transformara en alguien como el. Su imaginación se desbordaba en aparatosos finales para su vida que comenzaba apenas.
Se tapaba la boca con las dos manos… cualquier ruido lo atraería rápidamente. Como buen monstruo, debía tener muy desarrollados los sentidos del olfato. De la vista. No sabía. Y no saber la desesperaba: ¿Cómo podría enfrentarse a este ser? ¿Cómo se salvaría? Necesitaba rápidamente aprender algo, pero en esa situación y ante la disyuntiva de salir y morir por cualquier tipo de ataque, tenía que pensar. Pronto se le acabarían las opciones de escondite al ente y la encontraría, tarde que temprano.
de pronto, quedo frente a su refugio: Seguía buscándola, pero no volteaba y ella tenía que pensar rápido en caso de que en cualquier instante la seguridad de su guarida se viniera abajo al encontrarse él de frente a ella. Si se levantaba y corría hacia la izquierda, tendría que agacharse por unos tubos a la mitad de lugar, pero por el tamaño desproporcionado de la bestia, le daría oportunidad para buscar otro escondrijo o huir perdiéndosele de vista. Pero no sabía que tan inteligente era el monstruo. ¿Y si saltaba por entre los tubos? Eso le daría oportunidad de preparar una emboscada y en cuanto ella saliera le saltaría encima. Si corría hacia la derecha, entraría en una serie de pasillos, anaqueles decenas que le permitirían adentrarse aún más en la nave industrial que ahora era, por todos lados, una trampa mortal. Pero dependería su éxito solamente de poder ser más veloz que él, un instante, para perdersele de vista y entonces confundirle entre los pasillos que, por fortuna, tampoco eran muy largos.
Tenía que pensar y tomar una decisión. Y era ahora  nunca: el ser volteo y la observó fijamente, como el cazador que esta satisfecho al encontrar su presa. Y antes de que ella pudiera salir disparada hacia la derecha, el largo brazo izquierdo ya iba en el aire, trazando una curva antes de toparse en ella, con un lazo que la lanzo al otro lado. Era el fin, el golpe la aturdió y un golpe en la cabeza con el chicoteo la dejo inconsciente.
Irene ya no pudo observar como el aliento fétido cubría por completo su cara. las mandíbulas, listas para soltar el mordisco, se detuvieron de pronto. El celular que ella traía sonaba en una extraña interferencia. La bestia volteo y lo vio allí, inmóvil. Una delgada marioneta sin rostro parecía estarlo vigilando. Tentáculos salieron de su espalda y a una velocidad infame atraparon los brazos del monstruo. Este rugió de ira y se dispuso a atacar al intruso. No le quitarían su comida. Pero no podía moverse. La fuerza en los tentáculos era formidable, lo suficiente para atraparlo y no permitirle moverse más allá de ese lugar. Rugió como nunca antes, grito de batalla entre dos engendros infernales. Pero aquella forma humanice no se movía. No expresaba ningún sentimiento, no como su adversario, que era furia en su estado más puro. Solo permanecía allí, parado, inmóvil. Comenzó a mover la cabeza hacia un lado y hacia otro hasta que fue un movimiento frenético, desquiciado. eso embotaba aún más la actitud rubicunda del gigantesco pseudoanimal que enfrentaba, Quería soltarse, despedazar todo.
Solo fue un momento. La bestia giro la cabeza. Slender ya no se encontraba allí. Sin embargo sus tentáculos seguían apresando, aunque la dirección de la que venían cambiaba y se alargaba hasta desaparecer detrás de la entrada de un cuarto al fondo, la pared no permitía ver por dentro. La bestia sintió que esa era su oportunidad. Al no verlo, podría safarse de aquellos tentáculos y comenzaría la cacería del que lo insulto. pero no podía romper la fuerza de aquellas titánicas fuerzas, de aquellos tentáculos que parecían imposibles de doblegar, intento morder uno de ellos, pero se encontró con un sabor terrible que lo hizo soltar esa forma grotesca. No podía escapar y finalmente lo entendió: el era ahora la presa.
Y mientras intentaba, sin éxito alguno, soltarse de su captor, no pudo ver que detrás de él, la forma del hombre delgado aparecía. Y mientras su cabeza parecía, de pronto, derretirse y un brillo salía de los recovecos que se iban descubriendo, la bestia comenzó a gritar. pero esta vez no era furia. Esta vez estaba sintiendo dolor...

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