miércoles, 18 de julio de 2012

Incoherencias


Sobra decir que te extraño como extraño profundamente ver el mar. Lejano. Rencoroso. Así te extraño. Buscando el más leve sonido de mi perdido corazón desalentado. Caray. Apenas comencé y ya estoy llorando. No importa. Sigo buscando. Quizá, si te encuentro diluida en la estación del metro, entre la lluvia recortada y el vaho de los cientos de almas regresando a su hogar producto del ajetreo banal que a diario hacemos, quizá. solo quizá, te encuentre. Y me quedaré, entonces, mudo. no tendré las palabras precisas para escupirte a la cara. Para maldecirte. Porque te extraño tanto, que me hincaré de hinojos y maldeciré mi suerte, mi falta de carácter. Tu probablemente me observes con esos profundos ojos color miel y me dirijas, estudiada, la mejor de tus miradas de desprecio. Será porque apenas y me recuerdas. Solo soy una tenue mancha en el historial de tu vida, mientras que tú fuiste un parteaguas terrible, perfecto, en la mía. Y esa acción de verme, que sólo durará unos cuantos segundos, será la suficiente para volver a marcarme, mientras que para ti solo fui alguien más que iba a subirse al tren.
¿Sabes? alguna vez paso algo similar y contrario a la vez -te lo cuento porque en realidad no tiene nada que ver- cuando una chica me sonrió, ella subida al vagón, yo, esperando a alguien probablemente, porque ahora que lo pienso no puedo elucubrar como fue que la deje ir en ese tren en vez de aventurarme detrás de esa sonrisa que me regalo sin que yo le pidiera nada. Ahora tú sacudes mis sentimientos más profundos para lanzarlos al vacío. me pisas, me hieres, sin conseguir la feliz venganza que estabas segura lograrías en esa hazaña. ¿para que humillarme más? No lo sé. A lo mejor el destello de los momentos tan vívidos en los que pudimos haber participado y que se fueron diluyendo por disputas sin sentido y malentendidos memorables, aparte de las habladurías insensatas que nos condenaron para siempre al fracaso tanto como amigos y que destruyeron para siempre la oportunidad de algo más, algo en lo que siempre tendré duda, pues la fatalidad de los acontecimientos no me permitirá saber si pude haber logrado algo con el tiempo, por mucho que tú digas que no iba a ser jamás.
Ya tiene rato que te fuiste. Cuando llegó él. Lo tomaste del brazo y coqueta le plantaste tu beso más dulce. Me imagino los celos corriendo detrás tuyo, pues las sensaciones de las que fui presa dan a mención posterior de lo inconmensurable de las blasfemias profanadas. terribles en verdad asaltaron mis mejillas hasta encenderlas profusamente. hasta me mordí, bestia de mí. Si dijera que jamás había sentido esto mentiría… pero jamás lo sentí con esta intensidad. Vivaces momentos de lucidez acompañados de súbitas explosiones de furia que solo pude controlar irascible, inquieto.
Sobra decir que te extraño como extraño profusamente aquellas caminatas solo en el viejo parque de la vereda, junto a la cascada de san Ignacio; lento trajinar de mis vaivenes. Suave litigio de mis enfados. Extraño nuestras pocas, profundas pláticas. Como fruncías el ceño. Como reías descontrolada, inclinando la cabeza mientras cerrabas los ojos. Extraño tus poses de niña y tus intentos de madurez que, como los míos, fracasaban absolutamente. Extraño ese único atardecer que compartiste conmigo y nuestras charlas sobre libros. Que desgracia no poder hacer otra cosa que recordarlas hasta memorizarlas profundamente. y al mismo tiempo, que fortuna. Porque la memoria, intento vano de mi alma por enriquecer las experiencias que me atañen, nunca se queda mucho tiempo y sin embargo, tú te has instalado tan dentro que me es imposible no rememorarte en la delgada línea de mi discernimiento; y me siento tan a gusto que me he instalado allí, en ese llano, esperando a que vayas a visitarme y me cuentes historias imaginarias…

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