jueves, 17 de noviembre de 2011

Soledad

A veces me da una especie de melancolía que se extiende por todo mi corazón y mantiene un escalofrío en todo mi cuerpo, una especie de temblor que me mantiene intranquilo. Acelera mi ritmo mental y no me permite concentrarme de manera adecuada. Y es cuando más la recuerdo. Por pocas que fueran las horas que, en suma, pudiera disfrutar en compañía de ella, riendo, peleando, jugueteando amigablemente, las he tratado de maximizar hasta que cada recuerdo ha quedado casi congelado o se repite en un interminable bucle de desesperanza. Trato a veces de recordar el timbre de su voz; en otras me la imagino de lado, sonriendo, presa de alguna pícara ocurrencia. O la escena que jamás se ha desprendido de mi memoria: el día en que me frunció su ceño, en una actitud juguetona.
A pesar de conocerla poco, logró tener gran influencia en mí, aún cuando no tuvimos mucho tiempo para platicar realmente y aún antes de saber que estaba enamorado perdidamente de ella. Solo una mujer antes que ella había logrado trastornarme de esta manera, y aún aquella no logró lo que Mariana en tan poco tiempo. Para mí ha pasado el tiempo. Pero me pregunto si estaré en lo correcto al preguntarme varias veces por qué razón no fuimos de edades parecidas... la edad, que fue lo que comenzó mi calvario, aunque a mí ni me molesta, fue el detonante de que la mayor parte de las personas que se dicen tolerantes lanzaran un feroz ataque en mi contra. Y aún cuando los años ya están comenzando a sucederse uno tras otro, no dejo de preguntarme que es de ella. No dejo de extrañar a la Mariana que conocí sabedor de que el tiempo no pasa en balde y probablemente ya no somos ni un asomo de las personas que en esa época se conocieron. Hemos cambiado mucho, creo yo. Espero que para bien, pero no dejo de asombrarme de que, en mi caso, parte de mí no desea ir, desesperadamente, aquellos recuerdos. Por que ellos me hicieron muy feliz y siempre el pasado ha estado en mí, presionándome para no olvidar.
Solo en dos ocasiones me he imaginado con una familia. Y mis hijos tienen su rostro. Su sonrisa. Sus ojos. Su mirada retadora. Y aunque siempre es una batalla en contra mía, mis propios demonios carcomiendo, invitándome a luchar, trato de vencerme y desearle una feliz vida, sin lograr resultados loables, solo pasajeros. Quiero verla, por lo menos, una vez más. Esa es la realidad. Quiero decirle todo lo que como cobarde rehuse decirle cuando tuve la oportunidad. PORQUE FUÍ UN COBARDE aunque no tuve yo la culpa de lo que se desato después. Esa es la realidad. Pero no confundan esto con un simple berrinche o un lloriqueo desvergonzado. No. Solo intento expresar de la forma más adecuada, buscando hasta que encuentre las palabras que sean adecuadas, un profundo sentimiento de amor que se desborda y busca afianzarse en el mundo, queriendo con ello crecer hasta convertirse en algo más profundo de lo que ya es y de que algún día el mundo pueda ser testigo a través de las palabras, a través de videos, a través de este blog, de algo que se desprecio en su momento pero que demostró que era lo que se decía originalmente: un amor profundo, irreconocible. Esto me ha orillado a escribir como lo hago ahora, aunque reconozco que tarde o temprano volveré a mis oscuros orígenes, y seguiré escribiendo durante bastante tiempo, evolucionando cada vez más en esta aventura que comparto contigo, querido lector...

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