sábado, 13 de agosto de 2011

Asesinato (Primer peldaño)...

Buscaba con tanto afán su corazón, que el mío era el que parecía salirse en su lugar; tan extasiado me encuentro con esta situación. Es la primera vez que hago esto y he procedido con calma, pero la situación de arrancarle el corazón me rebasa por lo que tardo un poco en tranquilizarme.
Vuelve a mí el momento incesante en el que con una pasmosa tranquilidad y de frente lo degollé. Pese a mi nulo conocimiento de anatomía y medicina, por la cantidad de sangre y la dirección que tomó, pude deducir que era alguna arteria importante. Ver su rostro desencajado por la sorpresa, mientras intentaba desesperadamente tomar aire, mientras yo frenaba su intento por llevarse las manos y cubrirse la espantosa abertura creada, quizá por que recordaba que en alguna ocasión había yo visto la noticia de un tipo que sobrevivió a un herida de esa magnitud, debido a que le habían colocado una mano en el cuello y con ello consiguieron frenar la herida lo suficiente para que las emergencias médicas llegaran y le salvaran y eso me incitaba a evitar que pudiera repetirse tal situación. Mi intención no era esa, antes al contrario, no permitiría que este tipo pudiera sobrevivir a nuestro encuentro.
No cabe dudad de que la fortaleza en los seres vivos puede aumentar dramáticamente si se ven obligados, por una u otra causa. Si matas un cerdo, su fuerza puede aumentar a tal grado que necesitaras a varias personas para ayudarte a agarrarlo. En los humanos es lo mismo. Ahora lo sé, pues este tipo adquirió fuerza sobrenatural, debido a la cercanía de la muerte, el terror, con los ojos desorbitados por intentar evitar que la vida escape de uno. Afortunadamente para mí, su intento era vano, pues era más su desesperación derivada de no poder respirar que el intentar agarrarme; de nada le hubiera valido lo último. Y solo daba espantosas convulsiones intentando quitar mis manos de las suyas, con su vista fija en mí, ojos completamente abiertos, pero perdida su mente, todo órgano de su cuerpo fatalmente concentrado en sobrevivir. Ya no pudo más, sin embargo y su fuerza recién adquirida se fue desvaneciendo lentamente hasta llegar a un cero pasmoso. Finalmente los estertores lo vencieron y solo me quedo, entonces, observarlo hasta que exhalo su último aliento. Yo había ganado. Estaba muerto y siendo por mi mano, me encontraba pletórico de gozo. Mi patético disfrute solo era comparable al que sintiera en otras ocasiones cuando me sentía, de alguna forma, feliz.
Tal vez eso era, estaba feliz porque él estaba muerto. No había sido la intención original, solo era discutir hasta que mi ira me ganó. Estaba destrozado y al calor de la discusión perdí el control. Finalmente pude perder todo vestigio de cordura y entre en un dulce trance, que sirvió para cometer este acto. Pero al darme cuenta de que nadie se había dado cuenta de la situación y de que tal vez, solo tal vez, podría salirme con la mía en este, mi primer y tal vez único asesinato, me llene de dicha.
Tenia todo el tiempo del mundo. Él había fallecido, había obtenido mi venganza, lo que consideraba justo, así que, primero que nada, lo escondí muy bien. Entonces me avoque a salir e ir por lo necesario para completar esta, mi obra maestra. Lo dejaría esparcido, seguro de que nadie pudiera identificarlo. Se iría al infierno sin que en la tierra se volviera a saber de su persona. Y estaba seguro de que sería rápidamente olvidado. Él no era nada. Nadie. Este era mi momento. Mi placer.
Imagino que debe ser vigorizante cuando no sientes, en un momento de suma paranoia, como si todo el mundo te estuviera observando. Que nadie se preguntara, ni los que te conocen: ¿en donde ha estado? Y debo decir a la par de la verdad, que esa era una sensación muy incomoda, pero sobreponiéndome por la seguridad de que nadie me había visto seguí en mi búsqueda, repasando mentalmente la forma de justificarme ante las preguntas que me hicieran.
El lugar donde deje al pobre infeliz se encontraba solo, pues los dos habíamos quedado de vernos en un lugar sin que el supiera que estaba muy solitario, supongo que mucha confianza en sí acabo por ayudarme a mí y a mi propósito. Y cuando regresara, primero me aseguraría de que no hubiera nadie husmeando por allí. Ya había pasado algo de tiempo. Trataba de imaginarme cuanto tendría que permanecer así antes de comenzar a descomponerse, así que me apresuré.
Constantemente en mi cabeza parecía resolverse el asunto de la bondad y la maldad. Educado de buena forma, en otra época hubiera sido impensable que yo cometiera un acto de semejante naturaleza, más solo me bastaba recordar todo el sufrimiento que este bastardo me había ocasionado, traicionando no solo mi confianza, sino malogrando en el proceso mi corazón, para que cualquier indicio de remordimiento se fuera lejos de mí con absoluta presteza. Eso me alegraba. Por fin había superado esa barrera. Ya no tendría limitaciones si quisiera. Así que junté todo tipo de herramientas que encontrará en mi camino y me dirigí de nuevo al lugar donde estaba aquel cadáver…
esta segueta esta bien oxidada. Mejor, basura para basura-.

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