martes, 28 de junio de 2011

Salida a pasear


Por fin llegaba la familia al balneario. Habían ya pasado varias horas, pero finalmente habían conseguido su objetivo. Raúl todavía no se explicaba como podría estirar el poco dinero que había podido conseguir para llevar, por fin, después de dos años, a su familia de vacaciones. Esto le entristecía un poco pues quería darles algo que les hiciera olvidar las constantes broncas en casa por dinero: a veces no tenían ni para comer, a veces era difícil la convivencia incluso por algo que era tan insignificante pero tan poderoso a la vez.
Casi había pensado en salirse no una, sino muchas veces. Quería buscar algo mejor. Algo que les diera una mejor situación, algo que pudiera dar más sonrisas a Alondra y al pequeño Durante y a Nora, su esposa y sus dos pequeños. Pero le frustraba no tener el carácter. Ni la preparación para salir al mundo a su edad. Arriesgaba demasiado. La posibilidad de que, de tener aunque sea para café y pan, a no tener absolutamente nada para comer le estrujaba el corazón y lo dejaba sentado en su cubículo, donde pasaba horas sin siquiera algo de contacto humano, como una máquina que no satisfacía por completo a sus jefes y tenía que dar lo mejor de sí, por una miseria de salario.
Era triste que solo tuviera concentración para tener esas míseras imágenes en la cabeza. No podía. Siempre tenía ganas de llorar. De pedir perdón por no ser lo que esperaban. Que equivocado estaba.
La pequeña Nora había cumplido solo siete añitos una semana antes. Este era como su regalo de lujo. Apenas un pequeñísimo pastel y unos refrescos para celebrar solos, los cuatro. Ni para invitar a alguno de sus amiguitos de la escuela. Pero disfruto la escueta celebración como si le hubieran hecho una festividad de la realeza. Era sencilla su alma. Y el abrazo a papá había sido tan tierno, que arranco una lágrima de Alondra. Y cuando ninguno de los niños escuchaba, también origino un “te amo porque eres muy bueno”. En verdad no se merecía esa familia.
La voz de su niña lo sacó del estupor. Tomó su mano con sus pequeños dedos y lo jalo, desesperada, por entrar a pedir el cuarto. Se quedarían una noche. ¡Pero cómo la disfrutarían! Vio la faz de su padre toda entristecida y sin pensarlo, se lanzó hacia arriba para que la cargara. Y como adivinando el pensamiento y haberlo entendido a la perfección le susurro al oído….
- No importa que no tengas dinero papi. Yo te quiero mucho y eres el mejor.
Entonces Raúl lloró abrazando fuerte a su niña, que por toda respuesta le dio un gran beso. Y se dijo a sí mismo estúpido por no darse cuenta de la familia que Dios le había dado. Se enjuago las lagrimas, y mientras Alondra, su mujer, lo tomaba del brazo y sonriente le decía: “te amo”, él también le devolvía la frase y mientras comenzaban a caminar se decía que no había mejor familia que el corazón pudiera encontrar…

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