martes, 15 de febrero de 2011

Calcetines de colores

Parecía una niña pequeña ahí sentada, con sus piernas cruzadas y sus calcetines de líneas de colores. Y mientras una lágrima escapaba de sus ojos, bien pude darme cuenta de que ya no estaba hablando con una niña, sino son una mujer.
No sé por qué razón había llorado en primer lugar. Y no quise tocar el tema. Le hice la plática a esa promesa de cielo que significaba la chica, a lo que sonriente, olvidando momentáneamente cualesquiera que haya sido el asunto que la tenía triste, mientras inclinaba la cabeza de lado -me pareció una forma de darme la bienvenida- y seguía el hilo de la conversación iniciada. De cuando en cuando abría un poco más los ojos en dirección mía y me dedicaba una caída de parpados que me sonrojaba, me imagino, pues cada vez que lo hacía reía divertida, como si mi gesticulación fuera demasiado obvia. Intentaba, en algunas ocasiones, después de permanecer callado unos instantes, hilvanar algunas palabras con respecto a cualquier tema, para levantar el velo de silencio existente.
Ella, claridosa y complaciente, me contaba cosas ó simplemente respondía a mis preguntas con historias. Relatos cortos o largos, de simpleza excepcional o de complejidad deslumbrante; parecía que todo lo que tuviera que decirme, a pesar de su naturaleza casi infantil, fuera lo más importante en mucho tiempo. Pero ese caer de ojos que hacía cada vez que tocaba un tema diferente, era lo que me retaba, me provocaba, me instaba a dar lo mejor de mí para no quedarme atrás, como si fuera lo único mantener su atención centrada en mí.
Así paso mucho tiempo, tiempo que logré mantenerla concentrada en mí. Parecía tan despreocupada y, sin embargo, poseía tal conocimiento a pesar de la ternura de su edad, que no pude evitar esbozar una sonrisa, pensando en lo dicho de ese día por haber conocido a una pequeña con una bermuda chistosa, unos calcetines psicodélicos y una mirada que helaba mi existencia…

No hay comentarios:

Publicar un comentario