viernes, 11 de febrero de 2011

Bailando contigo...

Me quitas el aliento. Voy detrás de ti, a cada paso, cuidándote. Observándote, mientras desatas toda tu alegría y sonríes. Te mueves alegremente al compás de las notas de la salsa; sola, brillando intensamente, mientras te conviertes en el centro de las miradas: en el objetivo de los reflectores.
Te desplazas con tal soltura que me hipnotizas por el resto de la pieza. No puedo dejar de mirarte. Las personas que vienen contigo aplauden, mientras tu cabeza va de un lado a otro y forjas la cadencia de tu cuerpo al ritmo que te enloquece.
Y me grabo cada detalle de ti: tu cabello lacio y largo, de una tonalidad negra absoluta, brillando con formas cambiantes, mientras la luz juega con ella; tus ojos miel, que mantienes cerrados para disfrutar aún más del éxtasis que te da el ser tan feliz. Tu sonrisa plena, majestuosa. Tu rostro moreno, limpio de maquillaje.
Y tu alegría me contagia. Quiero bailar contigo, pero no sé como acercarme a ti, soy muy tímido. Además, debes venir con tu pareja: encuentro casi inconcebible que te encuentres sola, destacando como lo haces con tanta intensidad. No sé ni siquiera por qué razón estas danzando sola, con tanta gente a tu alrededor.
Entonces pienso que quizá tanta es tu libertad y tus ganas de vivir, que lo demuestras de una forma: siendo auténtica. Muy tú.
Y yo voy con el tiempo desfasado, porque detengo mi memoria en cada instante de tu baile, cargando al límite mi mirada. Te sostengo. Te detengo y así permanece mi alma, un minuto detrás de ti.
Y rejuvenezco. Tengo tu edad. Tus reflejos. Soy de nuevo un hombre observando a su musa. Abres mil puertas en mi corazón, con estos instantes que tengo para adorarte, antes de que la fiesta termine y vuelvas a tu origen y yo al mío.
No me dejas. En cuanto entro al trance inducido que es tu baile, reparas en mi presencia y con un dedo, de forma juguetona, me llamas. Me invitas a unirme a ti. A tu juego. Al ritmo que en ese momento entona tu corazón dentro del mío. Y antes de que me eches de menos, me controlas, me reanimas, me revives maniatado por la intensidad de tus sentidos. ¿Me animaré? ¿Lo intentaré? Mientras pienso en ello a una velocidad vertiginosa, me encuentro con que me has tomado de la mano y estas allí, ¡Conmigo!
Respiro el aroma de tu dulce esencia y me enloquece el momento. Me veo, de pronto, siguiéndote el paso, cuando siempre me he visto con dos pies izquierdos. Y sin embargo, lo estoy disfrutando al máximo. Me tomas de las manos, me haces darte una vuelta, hasta quedar abrazándote yo a ti, y sigues bailando, te sueltas de una mano y das un giro hasta quedar de frente a mí. Y entonces llega el momento más sublime…
Me sonríes.
Y eso es todo. No necesito de más para quedar rendido a ti, a tus pies, listo para seguir por toda la vida el baile; que el momento tan feliz nunca acabe.
Y como se trata de una de esas piezas que dura mucho tiempo, mi gozo se vuelve infinito, cuando dentro de la cadencia de tu cuerpo, me has conquistado…

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